Shöneswochenende en Bremen, Hamburg y Hannover




Este fin de semana ha sido el único que he tenido plenamente de vacaciones, ya que ésta semana comienza el sommersemestre. Parecía ser un fin de semana normal, con la típica fiesta Erasmus de los viernes, buscar otro sitio para salir el sábado, y poco más. Sin embargo, esta semana, de gira por Europa, llegó Lara de visita, una amiga de Marcos. No sería nada distinto a otras visitas si no fuera porque su siguiente parada sería Groningen, en Holanda, pasando antes por Bremen.

Visto el planning, Marcos le planeó el viaje para el sábado, de forma que entre 5 pudiéramos comprar un shönerwochenendeticket y unirnos a la visita a Bremen. El problema es que estaba lejos, más de 6 horas en trenes regionales, por lo que pensamos en ver Bremen el sábado, dormir el Hamburg, a poco más de una hora, salir allí esa noche y hacer turismo antes de volver a Berlín el domingo por la tarde.

Al viaje nos apuntamos, además de Lara, Marcos y yo, Laura y Xavi. Después de mucho hablar porque nadie quería llamar por teléfono, reservamos una habitación para cuatro personas cerca de la zona de marcha de Hamburg, y decidimos partir en el tren de las 5.35 de la madrugada. A media mañana llegamos a Bremen, con todo el día por delante.

Aprovechamos el buen tiempo para pasear por el centro histórico de la ciudad de los trotamúsicos, muy interesante y bien cuidado, aunque un tanto repetitivo lo de los músicos animales. Por el paseo junto al río, un mercado de purgas, por decirlo de alguna manera, un mauerpark en pequeñito. Ya al mediodía, paseando por estrechísimas calles que recordaban al barrio de Santa Cruz, y donde precisamente encontré una maqueta de la Giralda en una tienda, nos llegó el hambre y elegimos restaurante para almorzar. En principio, un restaurante cualquiera, pero dentro nos encontramos, como camarero, a una de las personas mas felices que hemos conocido en Alemania, simpático, servicial, cantarín…no tenía desperdicio. Mientras comíamos estuvimos a punto de perder la cabeza: nos planteamos abortar el “plan Hamburg”, usar el shöneswochenendeticket para llegar a la frontera con Holanda y allí coger un bus hasta Groningen, con Lara. Pero nos pareció un tanto excesivo el largo viaje de vuelta que nos esperaría de allí a Berlín

Allí en Bremen, desde el fin de semana anterior, estaba viviendo Shelly, amiga de Elena que había estado de visita 2 semanas en Berlín, por lo que aprovechamos para quedar con ella a ver que tal le iba. Pensaba pasar la tarde con nosotros, pero ya habíamos visto la ciudad y ya teníamos la intención de dejar Bremen, así que se me ocurrió que viniera a pasar la tarde a Hamburg, aprovechando que Lara se iba ya a Groningen y quedaba una plaza libre en nuestro billete de tren. Eso hicimos.

Pasamos la tarde en Hamburg, viendo la zona histórica y el puerto, el segundo más grande de Europa, impresionante. Incluso una feria nos encontramos en la zona cercana al hostal. Desde allí, Shelly volvió a la estación para ir hacia Bremen de nuevo, nosotros compramos algo de comida y decidimos cambiar de destino al día siguiente. Ya habíamos estado viendo la ciudad, aunque un poco a la ligera, la verdad, estábamos cansados, y en lugar de pasar la mañana viendo lo mismo, aunque fuera con mas tranquilidad, buscamos una combinación de trenes que nos llevara a Hannover, y así conocer otra ciudad.

Por la noche salimos por la zona de St. Pauli, aunque antes estuvimos en un pub irlandés viendo el Mardid-Barça. Había un ambiente increíble por allí, lástima que el cansancio no nos dejó disfrutarlo demasiado.

Para ir a Hannover, la hora de levantarse nos la tomamos con tranquilidad, aunque habiendo previsto la hora a la que debíamos coger el tren. Aun así, unas inesperadas obras en el metro nos hicieron llegar tarde. Suerte que el ferrocarril alemán es una maravilla y cada 10 o 15 minutos puedes encontrar una nueva combinación, en trenes regionales, para ir de donde quieras a donde quieras, por lo que proseguimos con los mismos planes que teníamos.

En Hannover dispondríamos de unas 5 horas, por lo que lo primero que hicimos fue coger algunas rutas en la oficina de información turística, que aunque eran demasiado largas para el tiempo que teníamos, mientras almorzábamos nos encargamos de combinarlas para obtener una más a nuestra medida. Paseamos por todo el centro histórico, terminando nuestra ruta en el parque frente al palacio del Ayuntamiento. No me habían hablado demasiado bien de la ciudad, pero lo cierto es que me sorprendió bastante, y me quedó la espinita de visitar el recinto de la Expo del año 2000, una excusa para volver.

Un café en una terraza puso fin al fin de semana. Ya cansados, decidimos ir dirección a la estación para buscar una combinación a Berlín, no sin antes comprar algo de comida y unas cervezas para hacer mas livianas las 4 horas que nos esperaban de vuelta a casa, mientras comentábamos las virtudes de nuestro billete de tren y de la red alemana, con vistas a otro posible shöneswochenende…

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